La Escuela en Jatiel

Por Jesús Lucea Cabello

 ESCUELA RURAL | RUJIAR XIV
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La Escuela en 1935


1.935.- La Escuela.- 1ª fila: Jesús Val y Benito Berned Biel.- 2ª fila: Pedro Biel Linares, Francisco Galicia Biel, Dionisio Casión Galicia, Miguel Berned Biel, José Biel Linares, Adriana Berned Lucea, Carmen Berned Lobera, Dolores Úbeda Esteruelas, Pilar Biel Galicia, Carmen Galicia Biel, Pilar Agulled Secanella.-  3ª fila: Esteban Esteruelas Esteruelas, Mariano Ibáñez Ibáñez, Salvador Ibáñez Biel, Bautista Úbeda López, Pablo Lizano Úbeda, Florencia Úbeda Esteruelas, Ángela García Sevil, Anita Casión Biel, Adelaida Ibáñez Ibáñez, Natividad Berned Lucea, Emilia Agulled Casanova, Dª Eulogia Galán (maestra), delante, la niña Simona Berned Lucea.- 4ª fila: D. Víctor (maestro), Agustín Úbeda Ibáñez, Teodoro Ibáñez Biel, Francisco Agulled Casanova, Manolo Casión Galicia, Jaime Lucea Martínez, Florentina Ballester Ibáñez, Josefa Ballester Ibáñez, Isabel Guillén Guillén, Elisa Galicia Biel, Herminia Anadón Casión, Juliana Agulled Casanova.- 5ª fila: Avelino Biel Biel, Jaime Casión Biel, Gerardo Peralta Abadía, Javier Galicia Sevilla, Luisa Úbeda Biel y Carmen Ibáñez Biel.


Ya es tiempo de recordar


En la fotografía anterior posan dos maestros y cuarenta y cuatro niños. Ellos podrían representar a la buena gente de Jatiel, dueña de muy pocas cosas, que trabajó y amó una tierra que no era suya, y y que supo vivir en comunidad con respeto, solidaridad y buena convivencia. Su recuerdo es toda una lección de sabiduría de vida y debería ser imperecedero pero, lamentablemente y por ley natural, tiene muy corta fecha de caducidad. porque la memoria no escrita es flor que el tiempo amustia sin remedio hasta hacerla desaparecer. Dijo el sabio: “¿Qué recuerdo queda de los hombres? Una hora de trabajo para el marmolista”1. Y Jatiel, por su escasa relevancia económica, social y demográfica, no tuvo memoria escrita. En el mejor de los casos, solo unas escasas y polvorientas actas municipales reflejando con parquedad y frialdad la vida administrativa del pueblo.

      Y entre toda esta gente jatielina condenada al olvido, destacan unas personas que llegan de fuera, se hacen jatielinos de adopción, y dejan en el pueblo huellas profundas, benéficas, duraderas. Son los grandes maestros D. Cecilio Mor Dolz, Dª Adelaida Galán Martínez, Dª Eulogia Galán Blanco y D. Eustaquio Vázquez Senderos, que vivieron en el pueblo en el periodo que va de 1899 a 1955.  Son la mejor representación de la Escuela de Jatiel, pero les queda muy poco tiempo para ser olvidados por completo.

      Por eso es urgente que los pocos que aún conservamos rastros de memoria heredada, juntemos cabezas, pongamos en común recuerdos y redactemos con el mejor talante la historia escrita de esta gente de Jatiel.


 Don Cecilio Mor Dolz 2




      Jacinto Casión, de 42 años,  se levanta de la cadiera, junto al fuego, y echa un vistazo a su reloj de bolsillo. Son las cuatro de la tarde del martes, 7 de febrero de 1899; hora de acudir a la concentración de vecinos que pregonaron ayer.  Saca el macho de la cuadra, va al corral y apareja el carro. Después, se dirige a la plaza de la Iglesia, donde ya esperan muchos vecinos, entre ellos, el alcalde Domingo Rozas, el juez de paz Manuel Anadón Biel, y el cura párroco mosén Enrique Serrate. Poco a poco van viniendo los que faltan. Otros dos carros, aparejados por Serapio Berned y Eduardo Biel, se unen al de Jacinto. Un cierzazo helador desnuda un cielo inmensamente azul. La gente se arrebuja en pellizas, mantones y bufandas. Hay alborozo, alegría y caras de fiesta porque van a dar la bienvenida al nuevo maestro, un hombre muy joven, recién salido de la Escuela Normal, llamado Cecilio Mor Dolz.

      Son las cinco. Ya salen. En los carros, sillas bajas de anea, para los más viejos. Los más pequeños se sientan como pueden hasta llenar los carros. Los mozos, en las varas y en las traseras, a las máquinas. El resto, a pie. Van por el camino de la Puebla de Híjar hasta una llanada, sobrepasados los Tres Cabecicos.  El frío arrecia y acogota a un sol púrpura, flojo, vencido, que se acuesta en poniente esperando su ocaso.

        Al poco rato, aparecen por el camino las siluetas de un jinete sobre una mula con esportones, y a las riendas, un hombre. Todos saben quiénes son: don Cecilio, sobre la mula, y Pedro Galicia Anadón, de 23 años, que ha salido a buscarle a La Puebla de Híjar. En los esportones, el equipaje de don Cecilio: una maleta y una voluminosa caja de cartón.

El encuentro del joven Cecilio con los jatielinos es cálido y entrañable. Sentimientos hondos, pocas palabras, ojos húmedos asomando emociones.  Cecilio se siente esperado, acogido, bienvenido. Al instante, se desvanece la incertidumbre y ansiedad que ha sentido desde hace días. Ya no hay miedo a lo desconocido, ni a la soledad. Ya es uno más en medio de todos. Ya empieza a sentirse jatielino.

      Según sus propias palabras, aquel recibimiento lo emocionó sobremanera y condicionó positivamente toda su actuación futura en el pueblo.

Por fin, Jatiel, tiene maestro: es Cecilio, hijo de los modestos labradores Pío Mor Villanueva y Ángela Dolz Navarro, nacido en Formiche Alto, provincia de Teruel, el sábado 3 de febrero de 1877. Su hermano, Virgilio, también fue maestro en Parras del Martín (Teruel). Cuando llega a Jatiel, Cecilio tiene 22 años recién cumplidos. Desde el primer momento todos lo llamaron don Cecilio. Así haremos nosotros a partir de ahora.

De momento, Cecilio duerme esa noche en casa del juez de paz, Manuel Anadón. Buen colchón repleto de esponjosa lana recién vareada, tres mantas y una colcha. Todo es poco para tener a raya el frío húmedo de la habitación, que empapa las sábanas y encoge el corazón.


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      Al día siguiente, muy temprano, D. Cecilio, con su caja de cartón, sale de casa camino de la Escuela. Lo acompaña Manuel. De camino, oye cascos de caballerías, voces de hombres que van al campo y de mujeres que barren y rujian las puertas. Todos lo saludan:
      - Buenos días don Cecilio. ¿Ha dormido bien?
      - Apa, Don Cecilio, estamos para servirle. Lo que necesite…
 
Llegan a la Escuela 3, un viejo edificio de dos plantas en la calle de “Abajo” (actual de “La Constitución”), esquina al cantón de “Las Meninas”. Total de superficie en planta, 180 m2. Los chicos, en la planta baja; las chicas, en la de arriba. Suben. La estancia es soleada; el mobiliario, muy viejo; una pequeña mesa y un sillón de madera para el maestro; cinco cuerpos de mesas y bancos de ocho plazas para los alumnos; una estantería con muy pocos libros y un armario harto de años y polvo con registros de asistencia e inspección, cuadernos, papel y útiles de escritura; en las paredes, una amplia pizarra, un cuadro con el sistema métrico decimal, dos mapas de España, físico y político, un cuadro con la foto de la Reina Regente y un crucifijo; una bandera española con su asta y una estufa completan la escena.

D. Cecilio abre su caja, y uno a uno, saca sus libros y los coloca en la estantería. Esta sería su primera aportación cultural a Jatiel, pues todos aquellos libros, más otros que fue trayendo después, quedaron para siempre en la Escuela.

Mientras tanto, Manuel ha encendido la estufa y la clase se ha caldeado. A las nueve menos cuarto se oyen voces y risas nerviosas que suben por la escalera.

      - Buenos días, don Cecilio 
      - Buenos días, chicos 
 
        En total, son 26 alumnos, entre los 5 y los 14 años.
        Manuel se va. Maestro y discípulos se quedan solos. Comienza una nueva época en Jatiel.


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Este era el ambiente económico, social y cultural del pueblo a la llegada de D. Cecilio:
Jatiel tenía 252 habitantes, con un Censo Electoral de 57 varones, con estas profesiones: 3 propietarios, 27 pequeños labradores, 23 jornaleros, 1 estanquero 1 (Benito Berned Anadón); 1 molinero (Manuel Ibáñez Peralta), 1 secretario (Francisco Agulled Biel), y 1 cura párroco (Enrique Serrate García).

Del total, el 47,37 % del censo eran pequeños propietarios y el 40,35 %, jornaleros sin tierra propia. Por consiguiente, en 1899, la mayor parte de la tierra estaba concentrada en muy pocas manos. Además, en los últimos veinte años Jatiel sufrió sequías, heladas, pedriscos y epidemias de peste. Estas adversidades, junto con el injusto reparto de la tierra y la disminución de su rentabilidad – bajadas de precios y subidas de costos - , motivaron una fuerte depresión económica que abarcó todo el periodo finisecular.4 Con ella llegaron las deudas por préstamos, los impagos de impuestos, y como consecuencia, en el año 1911, a treinta y una familias jatielinas el Estado les incautó parte de sus tierras 5. El empobrecimiento fue general, la gente trabajaba hasta la extenuación, vivía de manera espartana y pasaba apuros para sobrevivir.

      En cuanto a la escuela rural, a finales del siglo XIX y principios del XX, su situación es muy precaria. “Los maestros de aldea durante la época de la Restauración (1.874 – 1.900), eran pagados tan miserablemente que les resultaba absolutamente imposible vivir con su sueldo que era de ocho a diez reales diarios, nunca pagados a tiempo. Así que, para subsistir, en sus horas libres trabajaban en el campo ó buscaban otros suplementos en otras actividades como secretarios del Ayuntamiento, del Juzgado, del Sindicato de Riegos, gestión de expedientes de exención del servicio militar, etc., ó bien recibían de la solidaridad vecinal alimentos como pan, verduras, frutas, huevos y algún pedazo de tocino.”6

      También “pintaron bastos” para don Cecilio: Inicialmente, tenía un sueldo de 312,5 ptas. anuales, aumentado a 350 al tomar la plaza en propiedad. Si tenemos en cuenta que la remuneración de un minero en el año 1900 era de 780 ptas. año, que el pan costaba 0,47 ptas. Kilo, los garbanzos 0,95, el aceite 1,61, las patatas 0,19, el arroz 0,66; el bacalao 1,90, y la carne 1,86, es fácil suponer que el hombre no ahorraría mucho. Concretamente, 10 ptas. al mes, antes de pagar a la patrona, que le cobraba 11. Por eso, su padre tenía que mandarle cada año 12 pesetas para que pudiera cubrir todos sus gastos. En compensación, nunca le faltó la generosa solidaridad de los vecinos en lo poco que podían. La situación mejoró mucho para él en el año 1920, al alcanzar un sueldo de 2.500 ptas. por pertenecer a la categoría 8ª, con plenitud de derechos 7.


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En los primeros meses de 1900, D. Cecilio encargó que le enviaran los libros quedaron en su casa. A la vez, según el estado de las arcas municipales, iba adquiriendo más libros. Así, poco a poco, forma una muy digna biblioteca escolar. Se leía mucho en clase: lectura comprensiva y comentada de obras como “El Quijote”, de Cervantes; “Las mil mejores poesías de la lengua castellana”, de Menéndez Pelayo; “El Criterio”, de Balmes; “España, mi Patria”, de Dalmau Carles; “Maestro, Escuela y Patria”, de Costa, etc. Gran admirador de este último, solía leer y comentar en clase algunos de sus textos.

      Por entonces, en la escuela rural se llegaba, como máximo, a saber leer y escribir y a utilizar las cuatro reglas. D. Cecilio superó ampliamente este nivel y en su Escuela se alcanzaron materias propias del 6º grado de primera enseñanza: morfología, sintaxis, ortografía, redacción, caligrafía, literatura y, sobre todo, mucha lectura comprensiva, conocimiento teórico y práctico de la aritmética, desde las cuatro reglas hasta el interés simple y compuesto, pasando por fracciones, regla de tres, repartos proporcionales y sistema métrico decimal, geometría, desarrollo de planos y poliedros, áreas y volúmenes, historia, geografía y ciencias naturales. Sobre todo, insistía mucho en la formación humana de sus alumnos: educación y urbanidad, respeto a los demás, sobre todo a los mayores, tolerancia, solidaridad y buena convivencia.

      Captaba perfectamente el nivel de comprensión de los alumnos y, si lo consideraba conveniente, insistía con los grupos más rezagados, dedicándoles horas extraescolares.  Era paciente e incansable en la explicación, aunque muy firme, justo y exigente, consigo mismo y con los demás.

A finales del siglo XIX era muy alto el absentismo escolar. El bajo nivel cultural, la deficiente formación en la Escuela y el empobrecimiento general, motivaban que las familias le dieran poca importancia a la formación y que prefirieran que sus hijos ayudaran en las tareas familiares en vez de ir a la Escuela. La Ley Moyano de 1857 establecía la obligatoriedad de la enseñanza pero no llegó a cumplirse hasta muy entrado el siglo XX.

      Desde el primer momento, D. Cecilio luchó contra este estado de cosas. Empezó con una labor de concienciación de los padres. Habló con todos y cada uno de ellos, convenciéndoles de que la Escuela era buena para el futuro de sus hijos, y a largo plazo, para el de toda la familia. En esta tarea, contó con la valiosa colaboración de mosén Enrique Serrate, párroco de Jatiel y, años después, con la de Dª Adelaida, la nueva maestra del pueblo. Los frutos de esta campaña no se hicieron esperar: Al cabo de poco tiempo la gran mayoría de los niños de Jatiel asistía con regularidad a la Escuela.

      En la época de don Cecilio, la población de Jatiel fue de las más altas de su historia, por lo que abundaban los niños en edad escolar. Tuvo que formar varios lotes por horquillas de edades. Esta es la relación del número de alumnos asistentes a las clases de D. Cecilio 8:

Años Nº alumnos Nº de habitantes
1899 12 252
1900 14 255
1905 12
1910 14 252
1915 10
1920 23 257
1925 26
1930 31 254



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Clases de adultos y alfabetización




      Por Real Decreto de 6 de junio de 1906 se crean las clases de adultos, regidas por maestros a los que se les da una pequeña gratificación. Otro Real Decreto de 4 de octubre de 1906 define el sector de población que tendrá derecho a las clases: varones a partir de los 15 años, con un periodo escolar para los adultos de 5 meses a dos horas diarias en periodo de invierno. Esta obligación se limitaba a los pueblos con más de 10.000 habitantes. Para los pequeños había una total indeterminación, por lo que muchos consideraban que las clases de adultos eran voluntarias.

      Para muchos maestros, las clases de adultos eran un tema peliagudo de difícil solución. Como testimonio, esta carta abierta de un maestro:

Las clases de adultos… pues mientras algunos Maestros van muy bien con sus ocho alumnos y no tienen clase en febrero y marzo, otros están sufriendo lo indecible, porque, todos lo sabéis, esta clase es el hueso del Maestro; yo tuve el último año ¡76 adúlteros! (peor que adúlteros son para mí) y clase hasta 31 de marzo. La Asociación provincial debe… ver si este hueso se lo podemos echar a otro perro. Dígase en el periódico si esta clase es voluntaria; y si así es como creo, el que no quiera tener clase, con no cobrar, en paz; porque para estar sujeto al palo, sufrir las inclemencias del tiempo, trabajar horas extraordinarias y de noche, mal retribuidos y peor pagados, es preferible estarse en casa; cuando menos, no nos expondremos a que nos coja una pulmonía y nos mate. ¿Está claro? Firmado: F. Murciano. Villel y octubre 1920. 9


      D. Cecilio lo hizo fácil, porque sufriendo las mismas precariedades que sus colegas, antepuso a todo su vocación y compromiso de alfabetizar y culturizar al pueblo. Así que organizó las clases de adultos de forma totalmente gratuita. La única condición que ponía era que el alumno tuviera interés por aprender. Luego, voluntariamente, recibía como pequeña compensación algún producto de la huerta o del corral familiar. La gente, valorando el prestigio de D. Cecilio, y también, su vocación y generosidad, se animó sobremanera y asistió en buen número a las clases, robándole tiempo a un necesario y merecido descanso.

Esta actitud no tarda en dar frutos. El analfabetismo, vergonzosa herencia del siglo XIX, se redujo drásticamente en Jatiel, según demuestran estos porcentajes:.

      Porcentajes de analfabetismo de la población adulta

                    España 10            Jatiel 11
                              Varones    Hombres + Mujeres
1897 68 % 57,38 %
1899 64 % 54,39 %
1904 64 % 42,59 %
1920 52 %
1934 42 %   7,00 %
1946 34 %      6,50 %

      La erradicación casi total del analfabetismo del pueblo marcó un carácter diferenciador para Jatiel. Sobran comentarios.


Labor Social de D. Cecilio


      La calidad humana, preparación y afán de servicio de D. Cecilio hicieron posible que su labor social fuera tan grande y excepcional como lo fue su tarea pedagógica.

       Ante la carencia de secretario en el Ayuntamiento del pueblo, se ofreció para desempeñar el cargo gratuitamente durante varios años. La Junta Provincial de Instrucción Pública le concedió la preceptiva autorización con la condición de que no abandonase la educación de los niños.

La gente le confiaba sus problemas y conflictos familiares y él aportaba su sentido de responsabilidad, ponderación y equilibrio para dar luz sobre la mejor solución posible. De hecho, ejerció de Juez de Paz sin serlo oficialmente. En querellas de vecindad por ganados, riegos, linderos, y, en general por pequeños o no tan pequeños conflictos propios de la vida comunitaria, llamaba a los querellantes a la Casa de la Villa. Allí les escuchaba y les hacía dialogar hasta conseguir una avenencia. Si no se lograba, don Cecilio arbitraba y proponía una solución que, generalmente, era aceptada por las partes. Finalmente, los querellantes se daban la mano y salían en paz de la reunión Tal era el prestigio, la autoridad moral y el respeto que inspiraba D. Cecilio. Durante los años que vivió en Jatiel fue el “Hombre Bueno” del pueblo.

Los más viejos comentaban que, cuando los mozos llegaban a la edad de cumplir el Servicio Militar – muchos en África - pasaban todos a despedirse de D. Cecilio para recibir sus consejos igual que si se tratara de un padre. Cuando, al cabo de 2 o 3 años volvían licenciados, la primera visita se la hacían a él para contarle las peripecias, trabajos y fatigas que habían sufrido. Les escuchaba y se emocionaba al saber los enormes padecimientos de “sus” chicos. Y siempre hacía este comentario.  “Por el Servicio Militar tendrían que pasar todos, pobres y ricos, para templar su vida futura”.

Además de su trabajo en la Escuela y en el Ayuntamiento, el 27 de abril de 1900, tomó a su cargo la administración de la Alfarda 12 en la que influyó de forma notable, dotándola de un estilo en el que se reflejaba su forma de ser: seriedad, respeto, disciplina, tolerancia, buena convivencia y elegancia en las formas. Esta institución, con su perfecta organización del uso del agua, formó parte esencial de la vida del pueblo y demostró cómo pueden resolverse en paz los conflictos entre convecinos. El Libro de Actas de la Alfarda desde 1900 hasta 1932 13, está totalmente suscrito por don Cecilio con una magnífica caligrafía.

Su trabajo se extiende también a la redacción de los recursos interpuestos por los propios sancionados. El 12 de julio de 1.900, Jacinto Casión Bayod se dirige a la Junta en escrito redactado por don Cecilio. “… que en fecha tres de los corrientes me fue entregada por el Alguacil una papeleta en la que se me hacía saber hiciera efectiva en el plazo de diez días la multa de diez pesetas cincuenta céntimos… A V. suplica admita la presente solicitud y reunir a la Junta que me impuso la multa para exponer ante la misma las razones y pruebas que poseo para la condonación de la multa y en afirmación de lo que ya llevo dicho. Es gracia que no dudo alcanzar de la rectitud de V. cuya vida guarde Dios muchos años.”

Otro caso: el Presidente de la Junta de la Alfarda, D. Jerónimo Lucea Maurel, se autoimpone una multa de una peseta por “faltar a la sesión del mismo día en Junta General”. Hay tres firmas en la notificación: Una primera de Jerónimo Lucea como Presidente; la segunda de Cecilio Mor como Secretario; la tercera del mismo Jerónimo Lucea como denunciado. Curiosa y significativa muestra de honradez y coherencia.

      Así era la Alfarda de Jatiel en 1900: Un modelo ética.Se escribía todo, y el lenguaje escrito empleado, permitía hablar, debatir y discutir de todo civilizadamente. También, controlar, peritar, alegar, exigir, corregir y sancionar con educación y respeto. Sin traspasar la línea roja del desencuentro y la crispación.

Esta forma civilizada de abordar los asuntos cotidianos del pueblo, incluso las disputas y litigios, ¿Podría ser una de las causas por las que en el pueblo, en el primer tercio del siglo XX, no se produjeran quiebras sociales y, como consecuencia, muchos de los terribles males padecidos posteriormente en la Guerra Civil? Creemos que sí.

Otra obra de D. Cecilio fue el “Guardío”, oficialmente llamado Sociedad Mutua de Ganaderos, puesto en marcha por él poco tiempo después de su llegada al pueblo. Se trataba de toda la organización necesaria para el control y gestión del ganado, de los pastores contratados, del mantenimiento y limpieza de las parideras, del almacenamiento y distribución del estiércol y del control económico de ingresos y gastos. Don Cecilio redactó los correspondientes Estatutos y cumplimentó el Libro de Actas, con el mismo estilo de la Alfarda. Ejemplo:

“El día 13 de marzo de 1928, se reunió en la Casa Consistorial…los señores de la Junta Directiva del Guardío…al objeto de proceder a la celebración de la subasta para adjudicar el extraer el estiércol de las parideras,…y siendo la hora señalada, el Sr. Presidente, D. Serapio Berned Castellano abrió el acto ordenando al pregonero lo anunciara así en alta voz, después de haber dado lectura al pliego de condiciones. Cumplidas estas formalidades, se dio principio al acto transcurriendo los primeros veinticinco minutos, sin haber proposición alguna. Cinco minutos antes de expirar el plazo de media hora se hizo una nueva y última llamada y tampoco se presentó proposición alguna. Con lo cual se levantó el acto firmando… 14

En 1903 D. Cecilio funda el Seguro de Caballerías de Jatiel. Así lo señala años después un comunicado de la prensa zaragozana. 15 La entidad se denomina “Sociedad de Socorros Mutuos de San Francisco Javier”. La obra social cubría el riesgo de enfermedad, accidente y muerte de caballerías y funcionó con gran eficacia hasta mucho tiempo después de la muerte de D. Cecilio. Esta obra estaba en la línea de los postulados del Catolicismo Social. D. Cecilio redactó los estatutos de la sociedad y la administró gratuitamente. En esta tarea colaboró de forma entusiasta mosén Enrique Serrate, párroco del pueblo.

En otro orden de cosas, D. Cecilio creó y fomentó el “Coro de Despertadores”, agrupación de hombres cantadores que actuaba en los amaneceres de las grandes festividades durante la procesión del Rosario de La Aurora. Al alba, decenas de recias voces campesinas entonaban los cánticos compuestos por el maestro, despertando a la gente y anunciando que llegaba el día grande de Fiesta. Cogieron buena fama en la Comarca.

      Durante los treinta y cinco años que permaneció en el pueblo, se hizo jatielino de corazón. Fue a la vez, maestro, rector, consejero y Hombre Bueno, acudiendo el primero allí donde la desgracia se presentaba. Comentaban los viejos que, con ocasión de la dramática epidemia de gripe de noviembre de 1918, cuando todo Jatiel vivió de cerca la presencia de una muerte terca, frecuente y arbitraria, D. Cecilio acompañó, aconsejó y consoló a todos los vecinos afectados, compartiendo con ellos la incertidumbre, el miedo y el dolor. En Jatiel hubo catorce fallecidos, la mayoría niños y jóvenes. El cura, mosén Jaime, enfermó pero salvó la vida. D. Cecilio sintió mucho la muerte por la gripe de su colega y amigo D. Aniceto, maestro de Castelnou.


Don Cecilio y la Iglesia




      La relación de D. Cecilio con los párrocos de Jatiel fue buena en general, aunque, en ocasiones, también hubo problemas.

      Desde su llegada, convivió con mosén Enrique Serrate hasta el fallecimiento de éste en 1.907. Dada la talla humana de cura y maestro, su relación fue magnífica y su colaboración provechosa. 16.

De 1.907 a 1.915, convivió con mosén Ramón Martín y desde 1.915 hasta 1.916, con mosén Luis Sancho. Parece que las relaciones fueron normales.

Y llega el año 1.916, en el que aparece en Jatiel mosén Jaime Gil, persona intransigente y de mal carácter. Su forma de ser seca y autoritaria le granjearon el rechazo de la gente. Entre el maestro y el cura hubo grandes desacuerdos y en más de una ocasión saltaron chispas. Los castigos y humillaciones que imponía el cura a los chicos no casaban con los métodos docentes de D. Cecilio, y con frecuencia, maestro y cura tuvieron notables enfrentamientos personales. Esta tensión duró hasta la marcha de mosén Jaime en 1923.

Mosén Joaquín Borraz (1923-1928) era un hombre de gran misticismo, de mejor carácter que mosén Jaime pero también de una fuerte intransigencia con quienes no seguían al pie de la letra las normas de la Iglesia. También tuvo que intervenir Don Cecilio haciéndole ver al cura la conveniencia de ser más tolerante y flexible. A diferencia de lo que sucedía con mosén Jaime, mosén Joaquín era más receptivo a las indicaciones y sugerencias de Don Cecilio, al que consideraba y respetaba mucho, por lo que las relaciones entre ambos llegaron a ser cordiales.

En el año 1928, mosén Luis Sancho sustituyó a mosén Joaquín. En el mismo año, tomó posesión de la parroquia  mosén Jesús Val Olona, en una época en la que la salud de Don Cecilio estaba ya muy resquebrajada. La relación entre los dos fue muy buena. Fue mosén Jesús el que ofició el funeral de Don Cecilio y lo acompañó al cementerio en el año 1.933.


Vida familiar


D Cecilio se casó en Jatiel con Nicolasa Abós Lucea, el día 6 de mayo de 1903, siendo celebrante mosén Enrique Serrate. Los contrayentes tenían 26 y 23 años, respectivamente. Tuvieron cuatro hijos: Ángela en 1.904, Emilio en 1.906, Orosia en 1.909 y Adelaida en 1.914.

 Dª Nicolasa, nacida el 12 de Junio de 1880, fue una mujer sencilla pero de gran personalidad, muy animosa para sacar a su familia adelante administrando el escaso sueldo de su marido (500 ptas. en 1904).

La familia vivió en la calle Costa, en una casa que está frente a la balconada que da a la plaza de la Iglesia. Una hija del matrimonio, Orosia, vivió en la misma casa, junto a su marido, Florencio, y los hijos del matrimonio, José Luis y Mª Jesús. Con ellos vivía Dª Joaquina, madre de Dª Nicolasa y ciega de nacimiento.

En su poco tiempo libre, D. Cecilio gustaba de dar largos paseos por alguno de los tres pequeños campos que poseía: un huerto en “La Ferrería”, junto a la pila abrevadero ya desaparecida, otro campo en “El Soto” y otro en “La Viñeta”. Allí, en la naturaleza, descasaba y se relajaba, siempre acompañado de Dª Nicolasa o de alguno de sus hijos. En ocasiones, también le acompañaba mosén Joaquín.

Todos los días, después de cenar,  se celebraba una reunión en casa de Dª Adelaida, la maestra. Asistían D. Cecilio, mosén Joaquín y una vecina, - mi bisabuela -, llamada Engracia Maurel Secanella. En la tertulia salían temas de la Escuela y la Parroquia, además de asuntos cotidianos del pueblo.  Era el momento en que cura y maestro sacaban a debate sus diferencias, siempre resueltas con respeto y tolerancia, mientras se tomaba un chocolate con bizcochos, ofrecido por Dª Adelaida.

  La familia de D. Cecilio y Dª Nicolasa protagonizó una anécdota que parece entresacada de una novela de humor negro. En 1906, a los tres años de casados, tuvo lugar el parto del segundo embarazo de Dª Nicolasa. Fueron gemelos, uno vivo (Emilio) y otro muerto. Sorprendentemente, el vivo era más enclenque y de peor aspecto que el muerto. Según las normas eclesiales del momento, a los no bautizados se les enterraba “fuera de sagrado” en un terreno anexo al cementerio. Unas chicas – entre ellas, Felisa Sevil -, se encargaron de la ingrata tarea. Al regresar, Dª Nicolasa quiso agradecerles el favor y les fue a dar una propina. Una de las chicas, al ver que Emilio, el  vivo, tenía peor pinta que el muerto, le dijo:

-”Déjelo, déjelo, Dª Nicolasa, ya nos lo dará cuando vengamos a enterrar a éste, que será bien pronto”. 17 

D. Cecilio y Dª Nicolasa pertenecieron a una Sociedad de Socorros Mutuos. 18
1.933.- Muerte de D. Cecilio Mor Dolz

 En el año 1920, cuando tenía 40 años, a D. Cecilio se le resquebrajó la salud. Una enfermedad cuya naturaleza desconocemos, le produjo una gran inflamación muy dolorosa en la pierna y el pie izquierdo. Como no podía doblar la rodilla, y mucho menos arrodillarse en Misa, se sentaba en el coro apoyando la pierna en el banco que había junto a la puerta. Por si fuera poco, en los últimos años de su vida, un mal de piel le afectó a la cara y la espalda, desfigurándolo bastante. La erupción le producía grandes sufrimientos que solo aliviaban compresas caseras aplicadas diariamente por algunas jatielinas, entre ellas, Manuela Montañés Martín. D. Cecilio sobrellevó sus grandes padecimientos con entereza y dignidad. Jamás se le oyó quejarse en público.


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6 de abril de 1933. Son las cuatro de una tarde primaveral, tibia y tranquila. Jatiel está encogido, apagado, como con sordina. D. Cecilio se muere. A las cinco, la Bárbara y la Javiera doblan a muerto. Dúo triste de réquiem que empapa los campos, el pueblo y las almas. D. Cecilio, acaba de morir a los 56 años. Jatiel se estremece. Las mujeres lloran; los hombres del campo – el moquero frotando los ojos - dejan la faena y vuelven a casa; todos se mudan y van poco a poco a la casa del muerto. Velarán esta tarde y por la noche. El patio, la escalera, la cocina y el dormitorio, se llenan. La familia no va a quedarse sola. Unos suspiran, otros lloran. Un gran hombre acaba de dejarles. Todos quedan huérfanos.

 Al día siguiente, todo el pueblo, en procesión, lo acompaña al cementerio, mientras las campanas siguen con su triste lamento. Al frente de la comitiva fúnebre va mosén Jesús Val, el párroco. Suspiros, caras tristes y ojos enrojecidos.  Le dan tierra. Un último responso y adiós, o mejor, hasta siempre. Descansa en paz Cecilio.19 

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Se fue cuando era tiempo de recoger la cosecha tan amorosamente sembrada y cultivada por él durante los 34 años que permaneció en el pueblo. Difícilmente puede darse un caso semejante de un hombre que, con tantas limitaciones físicas, tuviera tanta capacidad de trabajo y de entrega a un pueblo.

 No hay mayor testimonio de su inmensa labor que el alto nivel cultural que alcanzaron los jatielinos gracias a él. Gran maestro, alfabetizó y culturizó al pueblo. Gran funcionario, fue el alma del Ayuntamiento, de la Alfarda y del Guardío. Gran persona, enseñó respeto y convivencia. Fue más que un Juez de Paz, fue un hombre bueno, conciliador y consejero. Jatiel le debe mucho.

Tras su fallecimiento, D. Pascual Berned, alcalde de Jatiel, comunicó al hermano del fallecido, el también maestro D. Virgilio Mor Dolz, 20, el deseo del pueblo de dar su nombre a la calle en que vivió. Pero el hermano no le dio el parabién, alegando la mucha modestia que caracterizaba a D. Cecilio y a toda su familia; y ahí quedó la cosa. Este es el único intento que hizo Jatiel de homenajear a su gran maestro.

El 8 de abril de 1933, un día después de su entierro, se reúne la Junta de la Alfarda. En la sesión, se da cuenta del fallecimiento de D. Cecilio Mor Dolz y se nombra al nuevo Secretario, D. Ricardo Morte Sanz, con un sueldo anual de 456 pts. No aparece expresión alguna de sentir corporativo, ni de gratitud por los servicios prestados por D. Cecilio. Ni lo hubo entonces ni lo ha habido después. Solo en un acta aparece indirectamente una corta mención de agradecimiento. Es de fecha 15 de noviembre de 1950, y dice así:

Ayuntamiento… D. ª Nicolasa Abós solicita autorización para edificar un nicho para dar sepultura a su esposo don Cecilio Mor, el cual fue secretario de este Ayuntamiento y Maestro Nacional de esta localidad por espacio de 30 años. Vista esta solicitud por unanimidad se acuerda conceder lo solicitado por dicha Sra. viuda cediéndole los terrenos gratuitos para que pueda edificar el nicho, por tratarse del citado don Cecilio Mor ya que fue merecedor de ello. 

 15.05.33.- La Alfarda de Jatiel otorga a D. ª Nicolasa, viuda de D. Cecilio, un salario de 114 ptas. al trimestre.

  Dª Nicolasa, falleció el 2 de enero de 1958, a los 68 años.


Alumnos de D. Cecilio 21


      Agustín Úbeda Ibáñez, Alfonso Galicia Biel, Ángel Legua Alquézar, Ángel Lucea Albaiceta, Antonio Anadón Casión, Antonio Artal xxxx, Antonio Ibáñez Ibáñez, Antonio Ornaque Galicia, Avelino Biel Biel, Bartolomé Polo Esteruelas, Bautista Úbeda López, Benigno Esteruelas Esteruelas, Benito Agulled Biel, Benito Úbeda López, Carlos Ibáñez Carnicer, Carlos Lucea Sanz, Carlos Úbeda Biel, Carmelo López Abadía, Carmelo Lucea Albaiceta, Claudio Perdiguero Calvo, Desiderio Berned Agulled, Eduardo Úbeda Biel, Ernesto Esteruelas Escobedo, Esteban Esteruelas Esteruelas, Eusebio Úbeda Biel, Félix Lucea Ibáñez, Fernando Agulled Biel, Florencio Lucea Luengo, Francisco Agulled Biel, Francisco Agulled Secanella, Francisco Agulled Úbeda, Francisco Anadón Casión, Francisco Berned Lucea, Francisco Esteruelas Peralta, Francisco Galicia Biel, Francisco Ibáñez Biel, Francisco Ibáñez Peralta, Francisco Lobera Bayod, Francisco Lucea Montañés, Gerardo Peralta Abadía, Gregorio Guillén Agulled, Guillermo Calvo Calvo, Inocencio Casión Ibáñez, Inocencio Yebra Zapater, Isidoro Galicia Biel, Isidro Lucea Luengo, Jaime Casión Peralta, Jaime Lucea Montañés, Javier Biel Agulled, Javier Galicia Sevilla, Javier Ibáñez Cardona, Jerónimo Berned Lucea, Jerónimo Peralta Abadía, Jesús Lucea Biel, Joaquín Agulled Biel, Joaquín Ibáñez Lucea, Joaquín Lucea Montañés, Joaquín Lucea Sanz, Joaquín Sancho Loscos, José Esteruelas Escobedo, José Galicia Esteruelas, José Ibáñez Biel, José Ibáñez López, José Lucea Galicia, José Lucea Sanz, José M. Galicia Esteruelas, José María Lucea Luengo, José María Tirao Gil, José Monserrat Canals, José Muniesa, Juan Agulled Biel, Juan Bautista Lucea Luengo, Juan López Abadía, Julián Ibáñez López, Julián Lizano Biel, Julián Lucea Luengo, Lorenzo Agulled Esteuelas, Lorenzo Guillén xxxx, Luis Agulled Estrada, Luis Úbeda Biel, Manuel Ballester Fandos, Manuel Biel Casión, Manuel Casión Galicia, Manuel Esteruelas Escobedo, Manuel López Abadía, Manuel Úbeda Calvo, Mariano Ibáñez Ibáñez, Mariano Linares Artal, Mario Esteruelas Escobedo, Mateo Galicia Peralta, Mateo Lucea Biel, Miguel Berned Biel, Miguel Biel Agulled, Miguel López Bes, Modesto Lizano Biel, Narciso Galicia Sevil, Narciso Sevil Agulled, Pablo Casión Ibáñez, Pablo Lizano Úbeda, Pascual Agulled Esteruelas, Pascual Berned, Pedro Lizano Biel, Pedro Tomás, Rafael Biel Agulled, Rafael Peralta Abadía, Santiago Galicia Biel, Simón Berned Agulled, Simón Casión Mené, Teodoro Ibáñez Biel, Vicente Lizano Biel.

 Cinco de los alumnos de la lista anterior cayeron muertos en el frente durante la Guerra Civil: Antonio Anadón Casión, José Ibáñez Biel, Modesto Lizano Biel, Juan Agulled Biel y Benito Agulled Biel, estos dos últimos, hermanos.
     
Número de alumnos de D. Cecilio: 110


D. ª Adelaida Galán Martínez 22



En el año 1907, procedente de Cinco Olivas, su anterior destino, llegó al pueblo como maestra, Dª Adelaida Galán Martínez. Hija de militar, nació en Medina de Rioseco (Valladolid), en fecha que desconocemos. Tenía una hermana más joven, Áurea, viuda de un catedrático de la Universidad de Valladolid, que durante largo tiempo, convivió con ella en Jatiel.

Al quedarse huérfanas de padre y madre a edad muy temprana, las dos hermanas pasaron dificultades económicas. A pesar de todo, Adelaida logró hacer la carrera de magisterio, lo que le daba la posibilidad de ganarse la vida.

A su llegada a Jatiel se encontró con un pueblo que, por aquel entonces, carecía de las mínimas comodidades y servicios: no había luz eléctrica, ni agua potable, ni alcantarillado. Se alumbraban con candiles y bebían agua de balsetes acarreada con cubas. No había comercios, ni médico, ni farmacia. Todas esas carencias no impidieron que consiguiera adaptarse a la vida y ambiente del pueblo.

Afortunadamente para ella, a su llegada se encontró con D. Cecilio, que le sirvió de gran apoyo y le infundió decisión y ánimo para abordar su tarea. Tenía 15 o 20 niñas en clase, por lo que, en primer lugar, tuvo que clasificarlas por grupos para empezar, partiendo de cero, un plan de enseñanza que pronto tuvo resultados excelentes.

 Doña Adelaida era una mujer de una gran personalidad, educada y amable con todos, con gran prestancia, sin altanería, de dicción exquisita y, sobre todo, con grandes cualidades humanas.

 El nivel de educación y cultura adquirido por las chicas que asistieron a sus clases fue muy bueno, con la salvedad de que, en aquella época, en los planes de estudio para niñas se introducía obligatoriamente las llamadas “enseñanzas propias de la mujer”. Hasta hace poco, en las paredes de muchas casas de Jatiel, podían admirarse cuadros con labores artísticas realizadas en la Escuela por las chicas de la casa. Por otra parte, la colaboración entre D. Cecilio y Dª Adelaida fue muy estrecha.

 Por Real Decreto de 19 de mayo de 1911 se establece el acceso de la mujer a las clases de adultos, a partir de los 12 años, durante cinco meses, dos horas al día, en periodo invernal. Dª Adelaida las organizó en Jatiel con una asistencia de mujeres muy elevada. Las clases eran completamente gratuitas y cada cual gratificaba a la maestra según su voluntad y posibilidades.
La magnífica labor de los dos maestros fue reconocida por las instituciones oficiales como se demuestra en la siguiente:

      “Recompensa 
La Inspección de Primera Enseñanza otorgó expresivos votos de gracias a los Maestros de las Escuelas nacionales de Jatiel, D. Cecilio Mor Dolz, y Dª Adelaida Galán Martínez”

Una o dos veces al año, Dª Adelaida organizaba una excursión a Híjar para visitar el convento de los Padres Franciscanos, situado a la entrada de la villa. El viaje lo realizaba en una borrica aparejada por Tomás Lucea. Solían acompañarla la mujer de Tomás, Engracia, y sus hijas Margarita y Carmen. Las cuatro mujeres pasaban un buen día de esparcimiento a la vez que hacían sano ejercicio, ya que en la burra solo podía ir una y habían de relevarse por el camino.

Llegado el tiempo de su jubilación, D. ª Adelaida vivió una corta temporada en Híjar, hasta que vinieron sus parientes a buscarla para  llevarla a Medina de Rioseco, su pueblo natal. Cinco años después, quedó completamente sola y se acogió al cobijo de las Hermanitas de los Desamparados, terminando allí sus días.

Como apunte final queda por reseñar que , durante muchos años, D. ª Adelaida tuvo de asistenta a una hija del pueblo llamada Ignacia Peralta, con la que se llevó perfectamente. 


Alumnos de Dª Adelaida 24



Adela Úbeda Calvo, Adelaida Ibáñez Ibáñez, Adelaida Mor Abós, Adriana Berned Lucea, Águeda Esteruelas Esteruelas, Amalia Galicia Biel, Amparo Ester Ibáñez Lucea, Ana Casión Peralta, Ángela Galicia Sevil, Ángela Lizano Úbeda, Angela Mor Abós, Angeles Agulled Biel, Antonia Agulled Úbeda, Antonia Baeta Lucea, Ascensión Linares Artal, Asunción Agulled Biel, Asunción López Bes, Asunción Lucea Luengo, Aurelia Lucea Biel, Avelina Berned Biel, Benita Agulled Secanella, Carmen Galicia Biel, Carmen Ibáñez Biel, Carmen Ibáñez Lucea, Carmen Lucea Montañés, Carmen Peralta Lobera, Carmen Yebra Zapater, Cecilia López Abadía, Celestina Biel Anadón, Concepción Lizano Úbeda, Concepción Lucea Peralta, Concepción Muñoz Ballester, Consuelo Úbeda Ibáñez, Cruz Biel Agulled, Dolores Biel Anadón, Dolores Galicia Sevil, Dolores Peralta Biel, Dolores Úbeda Esteruelas, Elena Berned Biel, Elena Peralta Biel, Elisa Galicia Biel, Elvira Esteruelas Esteruelas, Emilia Lucea Galicia, Emilio Mor Abós, Encarnación Ibáñez Carnicer, Encarnación López Bes, Encarnación Peralta Biel, Enriqueta Berned Agulled, Felisa Sevil Agulled, Fernanda Esteruelas Esteruelas, Florencia Úbeda Esteruelas, Florentina Ballester Ibáñez, Francisca López Abadía, Francisca Lucea Montañés, Gloria Esteruelas Lucea, Gregoria Calvo Valencia, Gregoria Peralta Abadía, Guadalupe Lizano Biel, Herminia Anadón Casión, Ignacia Peralta Abadía, Inocencia Agulled Biel, Inocencia Peralta Abadía, Irene Lucea Luengo, Isabel Galicia Biel, Josefa Agulled Peirat, Josefa Anadón Casión, Josefa Ballester Ibáñez, Josefa Esteruelas Esteruelas, Julia Esteruelas Esteruelas, Juliana Agulled Úbeda, Juliana Biel López, Justina Agulled Biel, Leonor Galicia Biel, , Luisa Casión Mené, Luisa Úbeda Biel, Mª Benita Agulled Secanella, Magdalena Agulled Biel, Magdalena Biel Biel, Manuel Berned Biel, Manuela Berned Biel, Manuela Ibáñez Peralta, Margarita Lucea Biel, María Agulled Secanella, María Berned Biel, María Berned Lucea, María Galicia Peralta, María Lizano Biel, María López Bes, María Mustienes Cavero, María Peralta Abadía, María Peralta Biel, María Yebra Zapater, Marina Ibáñez Carnicer, Martina Úbeda Biel, Mercedes Biel Biel, Mercedes Ibáñez Lucea, Miguela Jariod Ballester, Natividad Berned Lucea, Nieves Ibáñez Carnicer, Orosia Mor Abós, Pascuala Tirao Gil, Patrocinio Berned Agulled, Pilar Agulled Secanella, Pilar Alquézar Biel, Pilar Biel Galicia, Pilar Ibáñez Cardona, Pilar Ibáñez Ibáñez, Pilar López Planas, Pilar Polo Esteruelaspurificación Esteruelas Esteruelas, Quiteria Lucea Montañés, Rafaela Yebra Zapater, Rosa Polo Esteruelas, Rosario López Abadía, Rufina Úbeda Biel, Salvadora Berned Biel, Teresa Esteruelas Esteruelas, Trinidad Navarro Navarro, Vicenta Lobera Bayod, Victoria Agulled Secanella, 

Número de alumnas en la Escuela con Dª Adelaida 121


1.933.- D. ª Eulogia Galán Blanco 25




 Obtiene el título de maestra el 1 de mayo de 1910 y llega a Jatiel en el año 1933. Desconocemos qué destinos tuvo anteriormente.

 Era de baja estatura, constitución recia, rostro ancho, cejas pobladas y vestimenta humilde. En invierno, saya oscura, jersey de cuello alto, chaqueta de punto muy holgada, tupidas medias negras y alpargatas blancas; en verano, vestido camisero o bata de lino. Siempre aseada y pulcra. Su físico y pose – seria, erguida, mirada al frente, paso firme, mano izquierda en el bolsillo sonajeando llaves – producían una impresión de mujer adusta. No era así, sino muy educada, accesible y cortés. En la Escuela, era firme en el orden, suave en el trato y paciente en la explicación.

 Mujer muy trabajadora, se avino a dar clases especiales a unos cuantos chicos que no podían asistir a las clases normales. Eran tiempos muy duros y en muchas casas, a temporadas, los campos requerían de todas las manos, incluidas las de los chicos, para garantizar una mínima subsistencia familiar.

 No obstante, los padres querían que sus hijos recibieran una educación básica. Así que, después de comer, de la una a las tres de la tarde, mandaban a los chicos a las clases de Dª Eulogia. A esas horas, con la Escuela cerrada, se improvisaba una clase al aire libre. La maestra salía al balcón de su casa, calle de la Constitución esquina con plaza de San Roque, y desde allí, impartía la clase.

 Los chicos se sentaban frente a la casa en un banco de la calle, bajo la barbacana. Leían en un solo libro, un rato cada uno. Después, Dª Eulogia sacaba una pizarra y ponía muestras de escritura y problemas que los alumnos copiaban en sus cuadernos. Así, con el sacrificio de los chicos, que se perdían el descanso después de comer, de los padres, que pagaban las dos horas a la maestra, y de ésta, que se jugaba la siesta por muy poco dinero, los chavales se escolarizaban. A estas clases fueron varios chicos, entre ellos los hermanos José y Pedro Biel Linares.

 Durante los veinte años que Dª Eulogia permaneció en Jatiel pasaron por sus clases 164 alumnas Entre chicas y párvulos.  En el año 1.935, las alumnas eran:

Adriana Berned Lucea, Carmen Berned Lobera, Dolores Úbeda Esteruelas, Pilar Biel Galicia, Carmen Galicia Biel, Pilar Agulled Secanella, Florencia Úbeda Esteruelas, Ángela García Sevil, Anita Casión Biel, Adelaida Ibáñez Ibáñez, Natividad Berned Lucea, Emilia Agulled Casanova, Simona Berned Lucea, Florentina Ballester Ibáñez, Josefa Ballester Ibáñez, Isabel Guillén Guillén, Elisa Galicia Biel, Herminia Anadón Casión, Juliana Agulled Casanova, Luisa Úbeda Biel, Avelina Berned Biel, Elena Berned Biel, Elisa Galicia Biel, Magadalena Biel Biel, Mercedes Biel Biel, Tomasa Peralta  y Carmen Ibáñez Biel. En total, 21 chicas.   
     
Otros chavales como Pascual Úbeda y Desiderio Berned recibían clases complementarias del cura por ser monaguillos de la Iglesia.

 Poseedora de una alta sensibilidad social, Dª Eulogia se hizo muy familiar y querida en el pueblo.

 En julio de 1936, al comenzar la Guerra Civil, era maestra de las chicas, junto a don Luis Barquero Doñate, maestro de los chicos. El día 22 de julio de 193, éste huyó de Jatiel y ya no volvería hasta la toma del pueblo por las tropas franquistas en marzo de 1.938. Dª Eulogia siguió de maestra, haciéndose cargo de chicos y chicas. Simplemente, ella no lo pensó ni pidió permiso. Mientras los milicianos no le dijeran nada, seguiría con la escuela abierta, como así fue hasta que acabó la Guerra.

 Antes de ocupar su casa de alquiler municipal, se hospedó durante muchos años en la casa de Jerónimo Peralta y Salvadora Berned. Se jubiló el 15 de Abril de 1.956, trasladándose a vivir con sus sobrinas a Mataró, donde falleció el 16 de Junio de 1.959. Permaneció 23 años como maestra de Jatiel.

En1943, hay una reclamación contra Dª Eulogia. El demandante D. Pablo Anadón Almolda pide a Dª Eulogia Galán Blanco – maestra de Jatiel – que deje libre la casa que ésta habita por necesitarla para su hija. La demandada explica que la casa le fue asignada por el Ayuntamiento a falta de otra propiedad del municipio. Como hombres buenos actúan, por el demandante, D. Juan Esteruelas Lozano y, por la demandada, D. Pascual Berned Castellano. D. ª Eulogia Galán se da por enterada de la petición del demandante. No sabemos qué solución hubo.
Fue una digna maestra.


1.940.- Depuración de maestros



 Por decreto del Ministerio de Educación Nacional del 8 de noviembre de 1936, se establecía la necesidad de revisar la instrucción pública “con el fin de erradicar las falsas doctrinas impartidas durante la República”. Para ello, se iniciaba un proceso de depuración que afectaba a todos los maestros y enseñantes desde la Primaria hasta la Universidad. Como no podía ser de otra manera, tuvieron que someterse a la investigación depuradora los maestros del pueblo doña Eulogia Galán Blanco y don Luis Barquero Doñate. En el año 1940, los correspondientes expedientes quedaron resueltos a su favor.26

En relación con este tema, en Jatiel se conoció un caso del que fue protagonista un maestro llamado D. Ricardo, natural de Piedratajada, que llegó al pueblo al filo del año 1950. El hombre no venía muy bien parado ya que provenía de un campo de trabajos forzados ubicado en La Estanca de Alcañiz. Motivo de la condena, unas cartas que el hombre escribió y que llegaron a las manos de una comisión depuradora de maestros de primera enseñanza. El contenido de las misivas no debía estar muy en la línea de la ideología del nuevo Régimen, como así lo demuestran las manifestaciones del presidente del tribunal depurador: “muchas personas como usted, deberían estar colgadas para limpieza e higiene de la nación”.27


1.945.- D. Eustaquio Vázquez  Senderos 28





Natural de Jadraque, provincia de Guadalajara, llegó a Jatiel como maestro en el año 1944, a los 50 años, permaneciendo en el pueblo hasta su jubilación en el año 1954. Diez años para demostrar al pueblo su excelencia como enseñante su bondad como vecino.

Algunos de sus alumnos fueron:

Andrés Galicia, Ángel Tirao, Antonio Úbeda, Ramón Lobera, Javier Biel, Manuel Úbeda, Agonio Úbeda, Tomás Agulled, Isidro Agulled, Jaime Amigó, Francisco Polo, José Mª Elhombre, Homero Lucea, Mauricio Linares, Salvador Peralta, Pascual Úbeda,  Adolfo Sevil, Javier Ibáñez, Ernesto Esteruelas, Francisco Polo, Fernando Galicia y otros.

Su porte era el del típico castellano: talla mediana, porte altivo, tez curtida y cuerpo enjuto. De carácter algo reservado y semblante serio, sin embargo era amable en el trato.  Muy educado, concedía gran importancia a las formas. Muy pulcro y aseado, vestía dignamente, siempre con su chaleco y su reloj de bolsillo. Dotado de grandes cualidades pedagógicas, realizó una gran labor docente. Sus clases eran serias, rigurosas, exigentes. Explicaba mucho y bien y no escatimaba esfuerzos para conseguir que todos comprendiesen y asimilasen los contenidos. En su clase se practicaba todos los días la lectura comprensiva, especialmente del Quijote. Muy amante de la naturaleza, organizaba salidas de la clase por los alrededores de Jatiel. Por ejemplo, iban con frecuencia a los Tres Cabecicos para observar los cambios de estación y para tomar referencias geográficas. El día 3 de mayo de cada año era costumbre salir a las afueras del pueblo, chicos, chicas, maestro, maestra y cura, a bendecir el término municipal.

Organizó clases de adultos nocturnas muy concurridas. Pascual Úbeda, Francisco Lucea, José Úbeda y muchos más, hablaron muy bien de la preparación que alcanzaron en estas clases y que tanto les serviría en su futuro laboral.

Católico practicante, se llevó bien con los curas del pueblo – mosén Manuel Cirac hasta 1944 y mosén Francisco Cebrián – aunque tampoco cabía un comportamiento muy distinto en aquellos años. Las actividades Iglesia-Escuela se celebraban con regularidad: la Escuela completa, alumnos y maestros, acudía a misa los domingos; a las novenas de Cuaresma, San Javier, el Pilar, y en el mes de mayo, a cantar las flores a la Virgen. Los domingos por la mañana, antes de Misa, los chicos jugaban en la plaza esperando a que dieran el tercer y definitivo toque. D. Eustaquio bajaba por el Cantón del Molino, y en cuanto asomaba por la plaza, todos los chicos corrían a su encuentro para saludarle. Una vez dentro de la Iglesia, les hacía sentar en el primer y segundo banco de la izquierda. El orden y el silencio estaban garantizados porque él se ponía detrás para comprobarlo.

 Insistió mucho en el respeto debido a los demás y, sobre todo, a los mayores. En esto fue intransigente hasta el punto de que, por ejemplo, si observaba que algún chico pasaba sin saludar ante un anciano, lo llamaba y lo obligaba a volver y saludar debidamente. Exigía a los alumnos que lo trataran con el máximo respeto, el mismo que él les otorgaba. Un día, en clase, llamó a un chico para que saliera a la pizarra, pero parece que el aludido no estaba por la labor porque, lisa y llanamente, le contestó que él no salía. Sin inmutarse, D. Eustaquio le contestó:

      - Mire usted. Aquí, mando yo. En la calle, es usted como yo, pero aquí, mando yo.  

       Mientras vivió en Jatiel se hospedó en casa de Francisco Lucea y Manuela Montañés.
      Según contaba Manuel Úbeda, uno de sus alumnos, todos lloraron cuando los abrazó uno a             uno el día de su despedida, demostración palpable del gran aprecio que todos le profesaban.
Como detalle anecdótico hay que decir que cuando se fue a su pueblo se llevó como recuerdo         una guadaña y unos zuecos de madera.


La Escuela Posfranquista en Jatiel




  En los primeros años después de la Guerra varios maestros pasaron por Jatiel con estancias muy cortas: a veces, uno o dos meses. Esto sucedió antes y después de la permanencia en el pueblo de D. Eustaquio Vázquez. Uno de los más destacados fue D. Juan José de Urbaneja, que llegó a Jatiel sobre el año 1950. Natural de Candelera, provincia de Ávila, permaneció en el pueblo 8 o 9 años. Buen maestro, dejó buenos recuerdos. Uno de sus alumnos, Adolfo Berned, cuenta que recibió de este maestro una sólida formación que le fue básica para abordar luego estudios superiores.

Los primeros años de Posguerra se caracterizaron por una gran precariedad de recursos económicos para las escuelas. Estos son algunos datos económicos de la Escuela de Jatiel.
   
1944.- Casa para la maestra, Dª Eulogia Galán     100 pts. /año
                            Obras para escuelas             1193,50 pts. /año 
        
1945.- Don Eustaquio Vázquez, maestro
                                         Alquilar  casa             200 pts. /año
                                       Carbón Escuelas             300 pts. /año
1954.- Carbón Escuelas (333 kgs.)                          153 pts. /año
              Alquiler casa Dª Eulogia Galán                 664 pts. /año 29
12.12.57.- Ayuntamiento.- Obras urgentes en las Escuelas.- El Ayuntamiento de Jatiel pide ayuda a la Diputación Provincial de Teruel para realizar “…obras urgentes en las Escuelas, por encontrarse en estado ruinoso, sobre todo la techumbre de las mismas…/…el Ayuntamiento carece de medios para proceder a la realización de dichas obras…por cuyo motivo precisa de la ayuda correspondiente. Que ha determinado acogerse al Plan Extraordinario de Cooperación Provincial…”30  

  El 18 de julio de 1945 se publicó la ley de Educación Primaria. Sus principios básicos: “la Escuela está al servicio de la Religión” y “la Escuela está al servicio de la Patria”. En línea con esta ideología las autoridades del Régimen dictaron actuaciones concretas a cumplir por la Escuela de Jatiel. Estos son dos ejemplos:

  El 14 de enero de 1957, la Delegación del Frente de Juventudes se preocupa de que la Escuela de Jatiel disponga de “cuadros del Fundador de la Falange y nuestro Caudillo Franco”, e indican al maestro que los adquiera en una determinada librería de Teruel. 31

08.09.64.- Se recibe un escrito del Gobernador Civil estableciendo los actos a celebrar con motivo de le inauguración del curso escolar 1964/65: …1º Misa solemne del Espíritu Santo con la asistencia de la Corporación Municipal en pleno, Autoridades y Jerarquías e invitación al vecindario. 2º En el salón de actos del Ayuntamiento, lectura de la memoria del curso anterior. 3º Palabras alusivas del maestro nacional. 4º Discurso del Alcalde-Presidente del Ayuntamiento que declarará abierto el curso nacional primario 1964/65…Se dará cuenta de la celebración de tales actos a este Gobierno Civil dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes…”32 


1.967.- Las nuevas Escuelas




 Nada más entrar al pueblo – por el acceso Norte -, a la izquierda, un edificio de dos pisos, en ladrillo rojo, sale al encuentro del visitante. Se construyó en los años 60 para escuelas municipales.

En 1.967, las nuevas Escuelas ya estaban construidas pero el mobiliario y material existente era muy viejo. Se remontaba a los tiempos de D. Cecilio y D. ª Adelaida. En escrito de la Alcaldía de fecha 4 de agosto de 1967 dirigido al Director General de Enseñanza Primaria, se decía que “…carece de material y mobiliario escolar adecuado a las exigencias actuales pedagógicas, ya que el existente en el local de las antiguas se encuentra en unas condiciones pésimas y por lo tanto impropio de ser trasladado al nuevo edificio. Que el mobiliario necesario es el siguiente: 1 mesa para la Sra. Maestra; 1 sillón para la misma; 1 armario para archivo; 15 mesas bipersonales; material escolar para la enseñanza…” 

 En escrito de fecha 16 de septiembre de 1967, se anunciaba la próxima visita de la Inspectora de Zona y del contratista de obra para recepcionar provisionalmente las obras de la nuevas Escuelas y vivienda para el maestro.

 Lamentablemente, todo fue en vano, porque, a causa de la despoblación, el pueblo quedó sin niños suficientes para inaugurar el nuevo edificio y, por primera vez en su historia, Jatiel se quedó sin escuela propia. Desde entonces, los niños tuvieron que desplazarse diariamente en autobús a escuelas centralizadas en pueblos mayores. Años después, el Ayuntamiento del pueblo, reformó el edificio y lo habilitó para viviendas.

 El pueblo sintió que daba un gran paso atrás con la supresión de la Escuela propia y así lo hizo constar ante las instituciones oficiales. El 6 de febrero de 1996, la Asamblea Vecinal del Concejo Abierto de Jatiel, tomó por unanimidad, el acuerdo siguiente:

“1º Nuestra más enérgica defensa de la enseñanza de la escuela rural, donde los alumnos deben poder estudiar dignamente en su localidad, hasta los 14 años.
“2º.- Demandamos que el M.E.C. organice la educación a través de Colegios Rurales Agrupados a la manera que técnicos en educación consideren más viable pero defendiendo siempre la permanencia del alumnado en las escuelas de sus pueblos hasta los 14 años.
“3.- Solicitamos se cuente con la opinión y sentir de las familias de los alumnos afectados y se procure atender las aspiraciones lógicas, razonadas y justas que manifiestan.” 


La emigración y la Escuela




 La emigración y, como consecuencia, la imparable despoblación, fueron un drama para Jatiel. Tierra insuficiente, mala situación económica de las familias, muy baja rentabilidad de la tierra, nulas posibilidades para trabajar a sueldo en la zona y el atractivo de una mayor calidad de vida en la ciudad, fueron algunas de las razones para abandonar la entrañable vida del pueblo y emprender la aventura hacia lo desconocido. Para casi todos los 170 emigrantes de Jatiel desde 1940 hasta 2010, representó una decisión valiente y un proceso de dura adaptación.

 Contaban con la fuerza de su juventud, con el apoyo de su familia y con un activo inmaterial muy valioso: su formación cultural. Con estos valores, las oportunidades de conseguir un trabajo digno se multiplicaban. Y eso se lo debían a los grandes maestros de Jatiel D. Cecilio, Dª Adelaida, Dª Eulogia, D. Eustaquio, D. Juan José de Urbaneja…

 Viejos maestros a los que muchos ni conocieron. Pero, milagro de la siembra bien echada, sus beneficiosos efectos llegaron hasta ellos a través de sus padres y abuelos que sí asistieron a sus clases y transmitieron, generación tras generación, el amor por el saber y la convicción de que la formación personal era la clave de un futuro mejor. Y así fue, como demuestra su experiencia vital.


Huellas




 Son las ocho de la tarde de un 15 de agosto de 1961. Isidro Lucea Luengo, de 41 años, descansa sentado en la puerta de su casa. Hay varios corros en la plaza, pero Isidro no se une a ellos. Hoy está solo, muy concentrado, leyendo un libro. Me acerco a saludarlo:

      - Buenas tardes, tío. ¿Qué está leyendo?
      - Hola, hijo. Ya ves: “El Criterio”, de Balmes. ¡Chico!, qué libro, qué comparaciones…
      - Le gusta mucho leer, ¿verdad, tío?
      - No te puedes dar idea. Mira, “El Quijote” lo he leído varias veces. Podía recitarte
      párrafos enteros de memoria…
      Isidro calla, levanta la mirada y la deja ir, seguro que al encuentro de otra gente, de
      tiempo.
      - Cuánto le debemos a don Cecilio. ¡Qué maestro, sobrino, y que hombre!

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Marzo, 1919. Dos hombres comparten el calor de una estufa en el despacho del Jefe de Estación de La Puebla de Híjar. Son el Jefe y un mozo de 18 años, Narciso Sevil Agulled, que acaba de ingresar como trabajador en la “Vía”. Tras la ventana llega el resoplido de una máquina de vapor aparcada en la vía y el silbido del cierzo colándose por las rendijas. De pronto, entra en el cuarto D. Sinforiano, el médico de La Puebla, y el Jefe, con un tonillo de guasa, le dice:

      - Ya ve, D. Sinforiano, un nuevo ferroviario, uno de los “abogadicos”33 de Jatiel. 
      - Pues sí señor, - responde el médico - y con razón, porque todos los de Jatiel que se han presentado a reconocimiento en la Azucarera han sabido leer y escribir y las cuatro reglas y han entrado todos. En cambio, los que han venido de otros sitios, solo dos de cada diez, sabían escasamente firmar y con apuros. 
El bueno de Narciso calla y sonríe, mientras, agradecido, recuerda a D. Cecilio..

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Desiderio Berned Agulled, alumno destacado de D. Cecilio, poseía una sólida formación que le posibilitó desempeñar puestos de responsabilidad en Jatiel: recaudador de impuestos, depositario de fondos municipales, administrador de la Sociedad de Ganaderos (el Guardío), responsable de la cartería durante 30 años. También estuvo el mismo periodo en la Azucarera de la Puebla de Híjar como responsable de básculas, pesajes y estadísticas. Anualmente, para cumplir esta función, debía recorrer las estaciones de ferrocarril desde Huerta de Samper hasta El Burgo de Ebro.
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      Mateo Lucea Biel. Alumno de D. Cecilio. Al cumplir los 10 años, emigró con su familia a Zaragoza. Al llegar, su padre lo ingresó en el colegio Ramón y Cajal. Allí, el director y un maestro lo sometieron a un examen de conocimientos con el fin de asignarle grado escolar. Empezaron por el nivel de 3º grado, el que le correspondía por edad. Superó de sobra la prueba. Pasaron luego al examen de 4º, con el mismo resultado, y así sucesivamente, fueron saltando hasta al 5º y, finalmente, al 6º. Y ya no fue posible ascender más porque no había más grados, por lo que desde los 10 hasta los 14 años - edad mínima para trabajar -  asistió a la clase del último grado. Se colocó en Telefónica y posteriormente y hasta su jubilación, trabajó como dependiente en un almacén de farmacia. Gran lector y voluntarioso autodidacta, fue admirador de Joaquín Costa del que leyó casi toda su obra. Aficionado a la escritura, fue coautor del libro “Un Fin de Semana en Jatiel”.

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      Julián Ibáñez Biel. Alumno de D. Cecilio. Muy bien preparado, fue guarda rural en Jatiel y secretario accidental del Ayuntamiento, depositario municipal y secretario de la Hermandad de Labradores y Ganaderos. Durante muchos años estuvo contratado como administrativo en la Azucarera de La Puebla de Híjar. Una de las responsabilidades que desempeñó fue la de listero. Cuando, al cerrar la Azucarera, emigró a Zaragoza, encontró colocación en ILASA, importante empresa del sector del metal.

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      Andrés Galicia Agulled.- Alumno de D. Eustaquio. Con este maestro, adquirió una gran formación. Al emigrar de Jatiel fue encargado, hasta su jubilación, de FORET, S.A., gran empresa química radicada en La Zaida.

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      Homero Lucea Peralta.- Alumno de D. Eustaquio. Al emigrar a Zaragoza lo contrató la Sociedad Anónima Farmacéutica Aragonesa (SAFA) hasta su jubilación.

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      Pascual Úbeda Biel.-Alumno de D. Eustaquio en las clases de adultos. Fue Concejal del Ayuntamiento de Jatiel. Trabajó como ayudante de controlador en la Térmica de Escatrón. Realizó un curso de maquinaria agrícola que lo acreditó como oficial de tercera, emigró a Zaragoza y se empleó hasta su jubilación en una importante empresa manufacturera de cilindros telescópicos, llegando a ser oficial de primera.

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 Muchas otras huellas deberían estar aquí. Lo impide la limitación que debe tener este trabajo. En justicia, también tendrían que aparecer las huellas que dejaron Dª Adelaida y Dª Eulogia en tantísimas chicas que asistieron a sus clases. Todas ellas, supieron leer y escribir y tuvieron educación y cultura. Lamentablemente, en aquellos tiempos y salvo muy raras excepciones, a las mujeres aún les estaba vedado el mundo laboral, sobre todo a aquellas que procedían del medio rural. Al menos al principio, casi el único trabajo que podía desempeñar una chica en la emigración era el de servicio doméstico.
       


Ya es tiempo de agradecer




      Al principio de este artículo, era hora de recordar. Ahora, ya es hora de agradecer. Ya le toca a Jatiel agradecer institucionalmente lo mucho que por el pueblo hicieron sus grandes maestros. 

 Muchos y grandes valores tuvo la gente de Jatiel: alfabetización, cultura, respeto al otro, solidaridad, amor a la paz y concordia sociales. Esos valores no son fruto de la casualidad o la suerte. Se deben a hombres y mujeres del pueblo, sabios, buenos, capaces de ser referencia, de equilibrar y moderar; se deben a algunos curas, como D. Enrique Serrate, D. Francisco Peralta y D. Francisco Cebrián, y sobre todo, se deben a los grandes maestros D. Cecilio Mor Dolz, Dª Adelaida Galán Martínez, Dª Eulogia Galán Blanco y D. Eustaquio Vázquez Senderos. 

 Toda esta gente puso los cimientos para que en el pueblo reinara la buena convivencia y para que, como consecuencia, no se diera la quiebra social previa a 1936, tan común en otros pueblos. Esta podría ser la causa de que Jatiel no padeciera las persecuciones, represiones y asesinatos que azotaron a muchos pueblos de España mientras formaron parte de las retaguardias republicana y franquista en la Guerra Civil.

A veces, duele esta forma de ser tan jatielina, tan aragonesa, tan nuestra: Grandes sentimientos por dentro, pero silencio, rudeza, rubor de expresarlos, por fuera. Nosotros mismos nos depreciamos. No valoramos lo mejor de lo nuestro, y menos nos atrevemos a mostrarlo al mundo. Nos cuesta reconocer y agradecer. Esta austeridad puede ser virtud, pero exagerada, deviene en sequedad, frialdad, dejadez, y finalmente, en injusticia e ingratitud. He oído decir a un jatielino que nuestro gran defecto se resume en dos cortas frases que se oyen demasiado por aquí: - ¿”Pa” qué?  y - ¡Ya vale…!

  Y pasan los años, y la memoria se amustia y, finalmente, desaparece para siempre.  Es entonces, cuando la injusticia y la ingratitud se petrifican como fósiles en el alma del pueblo. Y ya no hay remedio. Pero, para estos grandes maestros, aún es tiempo de poner las cosas en su sitio, recordando y agradeciendo lo mucho que hicieron para lograr un Jatiel mejor.. 

De nosotros depende.
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CITAS A PIE DE PÁGINA:


1 Cita de Immanuel Kant
2 Testimonio de Mateo Lucea Biel
3 Acta en  los Archivos Municipales del 14.03.44
4 MARQUESÁN MILLÁN, Cándido, Historia de Aragón. Problemática socio-económica en tiempos de la Restauración, Heraldo de Aragón, S.A., 1.993
5 Archivos Municipales, año 1911
6 MARTÍNEZ BASELGA, Pedro, Patología social española, Zaragoza, F. Villagrasa, 1.903
8 Según estadística realizada por el autor
9 LA ASOCIACIÓN, Revista de Primera Enseñanza, Propiedad y órgano oficial de la Asociación de Maestros de la provincia. Año VIII, Teruel, 30 octubre 1920. Núm. 401
10 De Gabriel, Narciso, Alfabetización y escolarización de España, Revista de Educación nº 314, 1997, pp. 217-243. Universidad de La Coruña.
11 Censos Electorales. Archivos Municipales
12 Providencia redactada de puño y letra por D. Cecilio. Secretario: Cecilio Mor Dolz; Presidente, Avelino Biel Zaporta. Libro de Actas de la Alfarda. Archivos Municipales
13 Archivos Municipales.
14 Archivos Municipales
15 EL NOTICIERO, Zaragoza, 1909
16 Testimonio recogido en su día a Mercedes Biel Biel
17 Testimonio de Mateo Lucea Biel
18 La Asociación, Revista de Primera Enseñanza, núm. 401, Teruel, 30 Octubre 1920, Socorros Mutuos: “Se da de alta en el partido de Híjar, con el número 14, a doña Nicolasa Abós, esposa del señor Maestro de Jatiel, que por equivocación se dio de baja en el folleto recientemente publicado.
19 Inicialmente, se enterró en tierra. Posteriormente, en una reordenación del Cementerio, Homero Lucea sacó sus restos y los puso en el nicho de su esposa Dª Nicolasa, donde reposan actualmente. En el nicho solo figura el nombre de ella.
20 Maestro en Parras de Martín. Semanario EL CENTINELA, núm. 38, Teruel 26 de septiembre de 1913, Tomas de posesión, pág. 6
21 Se toma una estadística realizada por el autor considerando una edad media de escolarización desde  los 6 a los 12 años para los chicos.
22 Testimonios de Mercedes Biel Biel, Margarita Lucea Biel y Mateo Lucea Biel
23 EL CENTINELA, Semanario defensor de los intereses del Maestro de primera enseñanza, Año 1º, Teruel, 26 de septiembre de 1913, núm. 38
24 Se toma una estadística realizada por el autor en la que la media de escolarización de las chicas iba desde los 5 a los 11 años
25 Testimonios de Tomasa Peralta Berned, Pedro Biel Linares, Andrés Galicia, Pascual Úbeda y Jesús Lucea.
26 Archivos Municipales de Jatiel
27 Testimonio de Homero Lucea
28 Testimonios: Andrés Galicia, Pascual Úbeda, Manuel Ibáñez, Homero Lucea, Mateo Lucea.
29 Actas de os Archivos Municipales
30 Escrito del 12.12.57 al Presidente de la Diputación Provincial de Teruel. Archivos Municipales
31 Escrito de la Delegación Provincial de Juventudes de Teruel. Archivos Municipales de Jatiel
32 Archivos Municipales de Jatiel
33 Expresión cariñosa con la que se llamaba en la Comarca a  los jatielinos en reconocimiento de su preparación.




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