Semana Santa en Castelnou

POR JAGUI

Castelnou tiene la peculiaridad de estar ubicado entre los pueblos de la Ruta del Tambor y Bombo, aunque no participe de las actividades típicas de todos éstos durante estos días.
Este es un hecho que hace que esta localidad sea un buen sitio para pasar los días de la Semana Santa, ya que está muy cerca de todos estos pueblos que se transforman estos días. Todos sus habitantes y también sus visitantes se visten con los típicos trajes y pasean por las calles. Participan en las "multitudinarias procesiones", a pesar de tratarse de pequeños poblaciones, y se defienden como pueden tocando tambores y bombos, imitando el toque más que profesional de los habituales en estos actos, o más veteranos.
Uno de los principales atractivos de venir a pasar la Semana Santa a Castelnou es que cuando te cansas de oír el estruendo de bombos y tambores, puedes irte a dormir fuera de ese jaleo, oyendo de fondo, a lo lejos, el sonido de estos otros pueblos.
Mucho han cambiado estas fiestas a lo largo mi memoria. Personalmente recuerdo estos días, cuando era niño, como unas largas vacaciones que parecían anunciar al verano. Inevitablemente lo más destacable de estas fechas que recuerdo de mi infancia, eran las meriendas del día de la Rosca, o los días, ya que disfrutábamos de estas meriendas varias jornadas.
Pero tampoco se me pasa por alto que mi generación fuimos quizás, los últimos en tocar los tambores por las calles. Desprovistos de los trajes típicos, salíamos con tambores y bombos, acompañando a la procesión o vía crucis, que tenía lugar el viernes santo por la mañana, justo antes de la misa.

Tocando el tambor en 1979


También solíamos Romper la Hora la noche del jueves al viernes santo. En los primeros años , recuerdo que salíamos a media noche en procesión por las calles, "haciendo ruido" con aquellos pequeños tambores y bombos. Tocábamos aquel "que le den, que le den café...", que parecía ser el único toque que sonaba bien. Hacíamos sonar también las carraclas y matracas, que le pedíamos prestadas al tio Alfonso (el sacristán). Había unas cuantas en la iglesia, y sino, una tabla, probablemente de encofrar en alguna obra, y algunos palos unidos a esta con unos ojos de metal servirían para construirlas.
Los últimos años un poco más bárbaros, soltábamos un bidón de metal vacío, dando vueltas cuestas abajo para hacer más ruido...
Un poco brutos sí eramos, no sólo con el ruido, también unos pocos años más tarde con el consumo de alcohol. Puedes verlo en el siguiente ejemplo:

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